1 Mi verdadera vocación es la medicina. Pena tristísima que en mi camino
se cruzasen las Matemáticas. Todavía me gustan los hospitales porque los veo como un
lugar de recuperación y me apasionan las series de médicos.
Tuve claro que mi destino no era seguir a Galeno cuando
unos Reyes pedí un Vademecum y me trajeron un lavavajillas.
2 No sabía cuánto me gustaban los críos hasta que empecé a
dedicarme a la docencia.
3 Soy tan gilipollas que me cae mal todo el mundo que conozco a primera vista. Como a estas alturas ya me conozco, mi niña interior me susurra "espera" y siempre le hago caso. Si la enana está calladita, mejor no hago experimentos.
4 Tengo la gran ventaja de reconocer la desgracia y la
felicidad en cuanto asoman la patita por la puerta. “Era inmensamente feliz y no lo sabía”. Pues yo sí, sí lo sabía.
Ahora mismo sé que lo soy y sé que lo sé y es la dicha pura.
5 Mi hija me ha salvado de muchas cosas; pero sobre todo me
ha salvado de mí misma.
6 Tengo amigos que no me los merezco. Uno de ellos
y me escribe, me anima y tira de mí cuando tiene mil veces más talento que yo. Rebosa ingenio y sabe mil idiomas. Se merece todo el éxito del mundo en las mil
iniciativas que emprende.
7 En cuanto llego a una casa nueva busco instintivamente si en las estanterías se guardan libros.
8 Mentalmente no rebaso los 28 años. Mis neuronas no
envejecen, mi espalda me recuerda que sí.
9 Sé que no voy a perdonarme no tener más hijos.
10 Me encantaría saber si el primer chico del que me colé
supo alguna vez cómo me sentía. ¿Cambiaría en eso alguna cosa? Pues no, evidentemente, no y qué pava me siento al completar este décimo punto pero esto no es más que un blog personal (¡ja!). Me sentía horrorosa para intentar nada y ahora repaso
fotos antiguas y pienso: “¡Rediós! Si no estaba tan mal…”
No hay comentarios:
Publicar un comentario