Cierro el libro de golpe. El aire se ha vuelto irrespirable, el sofá ha prendido en llamas y me arden las pestañas!!! ¡Mi madre! Me acerqué a Fahrenheit 451 buscando una frase que me parece misteriosa y polisémica: ni me importaba la distopía, ni el gran prestigio de la novela y mucho menos la ciencia ficción. ¿¿Pero qué ciencia ficción?? ¡Si esto es un aviso hacia el abismo al que vamos corriendo con alegría! Sobre la incomunicación, sobre el empobrecimiento de la educación y del ocio.
Bradbury definió la génesis de esta novela como “cinco petardos y una explosión”. Pues yo elijo 10 fragmentos que me han hecho saltar por los aires. Diez fragmentos… porque el libro entero no puedo copiarlo ¡Y me salto la metaliteratura!
(Sobre cómo me siento a veces)
1
-A veces me deslizo a hurtadillas y escucho en el metro o en
las cafeterías y ¿sabe qué?
-¿Qué?
-La gente no habla de nada
-¡Oh, de algo hablarán!
-No, de nada. Nombran una serie de automóviles, hablan de
ropa o piscinas y dicen que es estupendo. Pero todos comentan lo mismo y nadie
tiene una idea original.
2
Portada norteamericana, años 70. |
Dicen que soy muy insociable. No me adapto. Es muy extraño.
En el fondo, soy muy sociable. Todo depende de lo que se entienda por ser
sociable, ¿verdad? (…) Estar con gente es agradable. Pero no considero que sea
sociable reunir a un grupo de gente y después no dejar que hable. Una hora de
clase televisiva, una hora de baloncesto, de béisbol o de carreras, otra hora
tomando apuntes de historia o pintando, y más deportes. Pero, ¿sabe? Nunca
hacemos preguntas o, por lo menos, la mayoría no se las hace; se limitan a
darte las respuestas una tras otra, ¡zas!, ¡zas!, y nosotros allí durante más
de cuatro horas aguantando al teleprofe. Esto no tiene nada que ver con la
sociabilidad. No son más que embudos donde vierten mucho agua que sale por la
parte estrecha y quieren hacernos creer que es vino, pero no lo es. Nos embrutecen tanto que, al acabar el día,
sólo somos capaces de acostarnos.
3
Durante estos años no te he pedido gran cosa, pero ahora te
lo pido, te lo suplico. Tenemos que empezar en algún punto, tratar de averiguar
por qué sentimos esta confusión. Nos encaminamos directamente al precipio,
Millie. ¡Dios mío, no quiero caerme!
La felicidad de plástico. La sociedad de plástico.
4
-Tengo a los niños en la escuela nueve días de cada diez Estoy con ellos cuando vienen a casa, tres días al mes. No es del todo insoportable. Los pongo en el salón y conecto el televisor. Es como lavar la ropa; meto la colada en la máquina y cierro la portezuela-La señora Bowles rió entre dientes-. Son tan capaces de besarme como de pegarme una patada.¡Gracias a Dios, yo también sé pegarlas!
5
-No necesitamos que nos dejen tranquilos. De cuando en
cuando, nos convendría estar seriamente preocupados ¿Cuánto tiempo hace que no
has tenido una verdadera preocupación? ¿Por algo importante, por algo real?
6
-Los años de universidad se acortan, la disciplina se
relaja, la filosofía, la historia y el lenguaje se descuidan; la gente se
expresa cada vez peor hasta tal punto que apenas se recurre ya al uso de las
palabras para comunicarse. La vida es inmediata, solo el empleo cuenta, el
placer lo domina todo después del trabajo.¿Por qué aprender algo, excepto
apretar botones, accionar conmutadores, encajar tornillos y tuercas?
7
-La vida se convierte en una gran carrera, Montag. Todo se
hace aprisa, de cualquier modo.
8
Y la guerra empezó y terminó en aquel instante.
Así quiero vivir. Así quiero mi vida.
9
Detesto a ese romano llamado Status Quo-me dijo-. Llena tus
ojos de ilusión. Vive como si fueras a morir dentro de 10 segundos. Mira el
mundo. Es aún más fantástico que todos los sueños confeccionados o comprados en
una fábrica. No pidas garantías, no pidas seguridad. Nunca ha existido algo
así.
10
“Cuando uno muere, debe dejar algo tras él”, decía mi
abuelo. Un hijo, un libro, un cuadro, una casa, una pared levantada o un par de
zapatos que se ha hecho uno mismo. O un jardín plantado. Algo que tu mano
tocará de un modo especial, de manera que tu alma tenga algún sitio adonde ir
cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol o esa flor que tú plantaste,
tú estarás allí. Mi abuelo decía: “No importa lo que hagas mientras cambies
algo respecto a cómo era antes de tocarlo y lo conviertas en algo que sea como
tú, después de que separes de ellos tus manos”
Por cierto, que al terminar, me he dado cuenta que la frase maravillosa
que me llevó hasta aquí…¡¡no es de este libro!!
Abro las ventanas a ver si se disipa el olor a queroseno
aunque no sé realmente si quiero que se vaya…
-¡¡¡La tormenta somos nosotros!!!
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