miércoles, 27 de enero de 2016

Noches sin dormir

A veces me inquieta mi absoluta despreocupación por la producción literaria y musical de autores que antes veneraba: no sé qué hace Drexler, ni  Juan Perro, he dejado desatendida a  Montero e, incluso, y viene al pelo, a Muñoz Molina. Sí sabía que Elvira Lindo publicaba y me tatué en el cerebro y en la agenda comprar (y leer) su último libro. Sorprendentemente, tras acabar “Noches sin dormir” me cuestioné esta fidelidad; porque yo, que huyo de la repetición en la literatura y en la vida,  leo en sus escritos una y mil vueltas a sus manías y a sus mundos. En “Don de gentes” la redescubrí como una gran articulista, capaz de sacar lo trascendental a situaciones triviales mientras repasaba su vida en Nueva York. Volví a toparme con la misma temática en “Lugares que no quiero compartir con nadie”, más centrado en locales de ocio, restaurantes, y bares de moda hasta tal punto que ha acabado convirtiéndose en una guía de turistas urbanitas españoles de visita por la Gran Manzana. En cambio, "Noches sin dormir" se estructura a modo de diario en el que se supone ha sido su último invierno en la ciudad. ¿Qué ocurre? ¿Por qué esta fijación? Porque me leo a mí misma. Pero con tanta claridad que aterra. Su dispersión, su pánico a escribir un libro y en contradicción parcial, la necesidad imperiosa de escribir para vivir y para ordenar el pensamiento (ver cita).  Todas estas emociones en mí han terminado cristalizado esta burbuja de comodidad bloguera; pero también (como ella) me voy dando mamporros a mí misma para salir de aquí, para asomar la patita por debajo de la puerta a pesar del mal tiempo y de las críticas feroces.
Reconozco en su deseo de pertenecer a un barrio, mi propia voluntad de echar raíces sin cerrar las puertas al retorno. Elvira quiere sentirse querida y reconocida en los en restaurantes y bares que frecuenta; en mi caso, la puerta de entrada a las localidades en las que voy viviendo son las peluquerías. Agradezco la verborrea cómoda que se desparrama entre tintes y rulos en un entorno exterior en el que no se suelen dar excesivas confianzas a los desconocidos. Mi Carmen me hizo sentirme como en casa desde el primer día que me arrellané en el sillón y le di vía libre a que hiciese lo que le diera en gana con mi pelo. Con ella me explayo de las vivencias en mis clases y me hace hablar a veces más de la cuenta de mi familia y de mi día a día. También Elvira dedica uno de sus capítulos a su peluquero. Como ella, tengo ganas de mudarme de piso. Llevo años rondando esta idea y no lo hago: No lo hago por comodidad; pero también, porque el Barri de Ponent no ha crecido según una pauta de celda-panel con adosados impersonales lejos de todo, y en él he encontrado un hogar. Me siento mediterránea en la elección de lugares vitales: me gustan los barrios recargados, atiborrados, con un comercio vivo aunque eso haga lamentarme una y mil veces la falta de aparcamiento. Mi biblioteca, en el corazón de este entramado social, me ha rescatado de muchas tardes de soledad, igual que las redes sociales. Y junto con los libros, agradezco infinitamente el caudal de vida cultural que Elvira da a conocer porque sé que los poemas, los discos y las películas que le hacen la vida más fácil en un invierno brutal también me la facilitarán a mí.
 Y así podría seguir y seguir, de manera que a veces con una ensoñación típica de loca me imagino que podría ser una vecinita de arriba (o de abajo o de al lado), compartiendo los mismos o similares problemas y viviendo una vida paralela. Alucino cuando Elvira cuenta que tanto él como Muñoz Molina escriben un diario desde hace años. Yo misma lo hago desde que tenía 13. Y lo he hecho de manera desparramada y caótica: en libretas, en hojas sueltas, en la cara B de los cuadernos escolares y, finalmente, desde el 2003  mantengo uno online. Los primeros están diseminados por las casas de mis padres; el segundo lo he ido recuperando de placas bases descompuestas, pen-drives, archivos borrados…parece increíble que a mí que me da vergüenza  decir que escribo sobre mí y para mí, esta mujer, lo indica abiertamente en esta obra. Está claro que las líneas apocalípticas absurdas que todos tenemos cada uno las subraya en sitios distintos. Elvira se lamenta de la ciudad en la que ha vivido los últimos años porque la mantuvo lejos de su padre en sus últimos años. A mí sólo me separan 250 kilómetros de casa, pero son suficientes para no estar los fines de semana, ni pasarte un rato por la tarde, ni parte de las vacaciones. La separación es la misma; las opciones de salvar esa distancia sí son más cómodas y más fáciles pero la pena sabe igual: “qué poco vemos a la niña, qué rápido se pasan las vacaciones, ¿sólo váis a estar 10 días en verano?”

Cuando explica las ansias por conocer gente nueva, por hacer amigos, en una ciudad sin familia ni raíces, Elvira recoge el lamento de su marido por el ambiente universitario. Calidez entre el alumnado; frialdad gélida entre los colegas Y aquí también-también mi vida se funde con la suya: no sé si me he resignado, si me he vuelto más selectiva, si ya no espero sorpresas, si no tengo tiempo o si mi micronúcleo me calienta el corazón lo suficiente para no notar esta frialdad. Intento no cerrarme en banda (no lo hago); pero el otro día no recuerdo a quién comentaba que he perdido la costumbre tan valenciana de plantarle dos besos en las mejillas a cualquiera  recién presentado. Aquí contestan con un “Tant de gust” y una leve inclinación de cabeza. No se acercan (por si acaso). Yo a ellos tampoco. Pero lo digo con una sonrisa.

-Noches sin dormir. Editorial Seix Baral.

5 comentarios:

  1. Gracias por mostrarme este libro, especialmente por hacerlo de una manera tan personal.

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  2. ¡De nada! Gracias a ti por participar. Creo que te gustará. Yo lo estoy releyendo y subrayando. De Elvira, aunque gire sobre los mismos temas, siempre puedes entresacar buenas ideas.

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  4. Seix Barral siempre publica textos que me tocan la personalidad. Me vi reflejado en tu descripción... ¡Le voy a dar una oportunidad! Gracias.

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  5. Sí, a mí también me está pasando lo mismo con esta editorial. Me lo voy a mirar... :)
    (Gracias a ti por participar)

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