Le había costado su
antiguo número, pero entendió inmediatamente que había valido la pena: admiró
su tacto, su diseño innovador, el color, la rapidez del navegador. Que tuviera
que recogerlo justo ese mismo día era una suerte. ¡Hoy!¡Precisamente hoy que
tenía 45 maravillosos minutos libres!
Llegaron a la piscina y
se sentó en el punto estratégico: exactamente entre la pared y la cámara de
refrescos. El lugar idóneo para mirar sin ser visto y para aislarse del resto
de padres.
Así, mientras su niño se lanzaba al agua; él pudo zambullirse en el
mundo virtual: correo-twitter-facebook-un blog-otro blog-un comentario-rápido-rápido-otro
comentario-pinterest-google. 45 minutos para ponerse al día, para explorar,
para volar. Su inmersión fue tan profunda que no oyó ni escuchó nada más. Sólo
la alarma le sacó de su ensimismamiento para indicarle que debía volver al
vestuario.
Cuando levantó la mirada,
no vio a nadie al otro lado del cristal. La sala de espera también estaba
desierta. Los padres se agrupaban justo en la entrada y le lanzaron miradas que
no supo interpretar.
Sólo empezó a preocuparse
al vislumbrar las batas blancas y los agentes uniformados.
-Usted es el padre que
andábamos buscando…
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