jueves, 14 de mayo de 2015

Pequeños accidentes caseros

"Berna Wang reflejada en un Millares"
Foto: Francisco Javier Garín.
Museo Abstracto de Cuenca.
A Berna la sigo desde que su “Mirada oblicua” detenía mis salidas explosivas camino al trabajo. Afilaba (y afinaba) la oreja e intentaba recordar o garrapatear donde podía sus poemas, sus pensamientos, sus versos breves cercanos al haikú que me conmovían por su intensa expresividad y que después intentaba utilizar para enriquecer y engraciar (me temo que me invento esta palabra) mis artículos sobre la actualidad gris.Si bien su espacio en RNE terminó en el 2008, en el espacio han quedado los últimos post que se emitieron (“En el cielo de Madrid “sólo” se ve Júpiter) y que he enlazado junto a otros blogs que también escribía. Es diferente y profunda; sabe dar  la vuelta a la cotidianidad para saborearla desde otra perspectiva. Siempre sienta bien aunque, en esta ocasión, sepa a desamor.
Publica, Berna, ¡publica! Desde aquí se te echa MUCHO de menos.
(Yo también hablo con los objetos).

Me hice un tajo en un dedo cuando cocinaba.
Luego me despellejé otro dedo al abrir la botella.
Hoy me he raspado la pierna con el pico de la mesita.
Así que me he puesto seria:
he reunido en asamblea a todos los objetos de mi casa
y les he dicho que ya sé
que me muero de pena,
que tengo el corazón en carne viva.
Que ya sé
que no soy más que una herida que sangra tristeza,
que hasta respirar me duele porque él no me ama
como le amo yo;
en fin: que no hace ninguna falta, les he dicho,
que me lo recuerden también ellos

cada día


Berna Wang, Pequeños accidentes caseros
AdamaRamada ediciones, 2004



-Gracias a Emma Gunst por recordarme lo buena-buenísima que es




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