lunes, 24 de noviembre de 2025

Regreso a Literautas


 A Sandy no le gusta que escriba. Le pone nervioso el sonido del teclado. Le recuerda que él debe comprobar la textura de las teclas y no entiende cómo mis manos pueden estar ocupadas cuando lo mejor del mundo es que él se acurruque en el interior o que le permita frotar su pico contra mi índice. Sea como fuere, a ratos, tentándole con alpiste o con una piscinita, consigo publicar dos relatos cortos. La gente que escribe habla siempre de gatos-que me encantan-. Pero parece que este agaporni me ha elegido. 
He vuelto a Literautas, una escuela de escritura que te acompaña, te asesora y, al menos en mi caso, te da un impulso para que desarrolles la imaginación. En el punto que estoy en mi vida, es una gran ayuda.
 Lo único odioso son las imágenes hechas con IA que acompañan cada una de las entradas. Ver literaturas.com
El primer texto corresponde al mes de octubre y como no podía ser de otra manera, está lleno de guiños a Halloween.  Las palabras "fantasma", "venganza" y "plan" te llevaban casi inequívocamente al lado siniestro.  Pero vaya, !sin problemas!: siempre me han gustado los cuentos que bordean el más allá.
En el segundo texto había que incluir las palabras "cartas de tarot" y "candado". Como reto opcional, se podía incluir la frase "conozco este lugar" con la que debías de iniciar el relato que relaciono con Manderley. 
Espero que os gusten. 
Voy a hacerle arrumacos y achuchones a este pájaro. Tengo el teclado lleno de plumitas.

1 Por favor, escriba libremente y con sinceridad

7 de octubre de 2025
“Querido diario: estas palabras solo sirven para constatar que nada funciona. Ni el descanso, ni la medicación, ni esta supuesta escritura emocional. La sigo escuchando en todos los sitios: el viento me trae su risa, la música no acalla su charla, ¡hasta la reconozco en la voz de mis hijos!
Qué crispación de los sentidos…
A veces pienso que se trata de un plan de su fantasma, una venganza por no estar lo suficiente con ella. Pero sí, creo que ya he encontrado la única solución…”

-Amor, qué dramático te ponías con tu terapeuta. Yo solo te echaba de menos. ¿Qué? No, no les vas a hacer lo mismo a los niños…

2 Una tirada excelente

Conozco este lugar o, al menos, sí me parecía que había estado allí ante mucho antes. Tenía el recuerdo brumoso, como una ensoñación, a lo Manderley de Rebecca. Pero no, sabía perfectamente que aquella era la primera vez que iba a la casa de la mejor amiga de mi hermana. Y qué nervios tenía, madre. Cuando me dijo que por fin me iba a leer las cartas del tarot, no pude dormir en toda la semana.
Quedamos un viernes por la tarde. Nadie en casa. Así que entramos directamente a la habitación de María, donde ya nos esperaba sentada a lo indio en el suelo. Abrió el candado de un escritorio y sacó el mazo Rider. Según nos explicó, era uno de los más populares y los más precisos, precisamente porque era también de los que tenía más detalles en las ilustraciones. Se lo había comprado el año anterior en un viaje a Londres.
-Siéntate-me dijo-. Y concéntrate.
Comenzó a barajar las cartas.
-Quieres saber sobre la persona que te gusta, ¿verdad?
-¿Cómo lo sabes?-pregunté con asombro-.
-Siempre es así. Y me lanzó una mirada burlona y penetrante.
Me sudaban las palmas, se me helaban las manos. Sentía que el sonrojo iba en aumento. Por fin iba a saberlo. En realidad, ¡lo iba a adivinar! Y sí, casi mejor. Porque así era la única manera. Nunca iba a aventurarme a decirle nada, bien me conocía. Qué desesperación ser así.
Mi hermana nos miraba de pie desde la entrada de la habitación. Bostezó aburrida. En aquella época solo pensaba en irse de bares. Solo me había hecho un favor: interés cero.
María hizo la tirada en cruz tras haber yo cortado el mazo. Leyó en voz alta:
-El sol, el loco, los amantes, la rueda de la fortuna…
Se llevó las manos a la cara y sonreía:
-Madre mía, ¡creo que nunca he hecho una tirada tan clara! Solo tienes que decírselo. Esa persona está hecha para ti. Menuda suerte. No tienes nada que perder, lánzate…
Pero permanecí en silencio. Recogí la mochila rápidamente. Y bajé las escaleras apresuradamente sin esperar a mi hermana. Me ahogaba.
-¿Qué te pasa?¿No te alegras de la lectura?, oí que gritaba María desde arriba.
-Lánzate. Sí, pero lánzate por la ventana. Menuda adivina de pacotilla y qué idiota soy-dije entre dientes-. Arrastrando los pies, volví a casa.
Al llegar, tenía un mensaje en el móvil de María: “Amor, te he dicho que no tienes nada que perder”.