Esta mañana me he levantado con ganas de escribir un correo
pero, en cambio, me he lanzado a realizar una búsqueda en google que tenía
pendiente desde hace tiempo. El resultado me ha llenado de asombro y me ha
entrado un ataque de alegría tal, que la risa se ha desparramado por el teclado
y ha seguido saliendo a borbotones hasta llenar la habitación entera. Cuando he
conseguido calmarme, he escuchado un chisporroteo que me ha conducido hasta la
estantería. Allí estaba, casi olvidado, mis “Pasiones”, de Rosa Montero. Decía
Elvira Lindo –parece que no tenga otros referentes, madre mía-que para la vida
y para la escritura se necesitan dos rasgos de carácter: el primero ser ingenuo
y el segundo ser apasionado. Creo que más bien son dos rasgos definitorios de
las personas que tienen pensamiento creativo porque en los mismos términos
hablaba la periodista Carmen Sarmiento y Margarita Salas, la persona con quien
más he disfrutado conversando. Salas -mente brillantísima y privilegiada,
discípula de Severo Ochoa, miembro de la Real Academia de la Lengua - me
explicó una vez que es necesario creer en lo improbable para seguir adelante y avanzar;
y apasionado para no caer en la amargura si dedicas tu tiempo a algo que no es
lo socialmente establecido. Como mujer y como científica, ella había pasado más
tiempo con el ojo pegado al microscopio que con amigos, con su familia o
buscando pareja; pero no le había pesado jamás porque su pasión era el
laboratorio. Lo contrario sí habría sido una carga. Establezco un paralelismo
en mi persona y llego a dos conclusiones: sobre la ingenuidad no hay vuelta de
hoja, hasta tal punto que debería
comprarme una camiseta que dijera: “¡Soy pardilla pero me quiero igual!” y la
segunda, un rasgo de personalidad que he descubierto en esta travesía en el
desierto. Pilar me calmaba: “No eres bipolar, es que eres pasional. Sufres
mucho pero te aseguro que recompensa, porque las alegrías las sientes más, las
sientes el doble. Y sí, compensa, hoy es un día que me doy cuenta de ello.
Prefiero ser así que esas personas que pasan por la vida de puntillas, sin
mover nada del sitio no sea que se rompa.
Por otro lado, las Pasiones de Rosa Montero están centradas
en los decepcionantes humanos; más bien en las emociones que provocan los
humanos en otras personas y así recorre las relaciones amorosas de miembros de
la realeza (la reina Victoria y el príncipe Alberto; los duques de Windsor); de
músicos y artistas (John Lennon-Yoko Ono; Elizabeth Taylor-Richard Burton) y
escritores (Robert Louis Stevenson-Fanny Vandergrift; León y Sonia Tolstoi). La
mayoría de ellas sustentadas en caracteres débiles y enfermizos, drogas y
alcohol. Leo y releo y pienso en Morató. Que puede tener en sus manos las vidas
más excepcionales del mundo y lo único que consigue es amontonar datos y más
datos.
Reproduzco un párrafo
que centra la introducción:
“La esencia de lo pasional es la enajenación que produce: el
enamorado sale de sí mismo y se pierde en el otro, o mejor dicho, en lo que
imagina del otro. Porque la pasión, porque éste es el segundo rasgo
fundamental, es una especie de ensueño que se deteriora en contacto con la
realidad”
O como cantaba Pedro Guerra:
“Y cuando todo se acabe,
y se hagan polvo las alas,
no habré sabido por qué
me he vuelto loco por nada”
Lo único que no dice el libro es que las personas más
flemáticas no deberían cruzarse en el camino de las apasionadas porque
organizan auténticas tormentas en vasos de agua. No obstante, siempre me quedo
con lo bueno. Por ejemplo, con las risas de esta mañana. Así que gracias.
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