Cuando abro el bolso del año pasado me encuentro los rastrojos sin importancia de vida. Son los pañuelos arrugados, las compresas sin abrir, el carmín aniquilado.
Pero a veces te encuentras la entrada de cine que tanto disfrutaste, el ticket del regalo que tanto ansiabas o el código QR del concierto en el que te emocionaste hasta las lágrimas. Dibujos infantiles que te llevan a cuando tu niño era pequeño y los padres vivían.
Suelo guardar mis bolsos sin limpiar; con todo lo que cae dentro intacto -miguitas, publicidad, correo innecesario-porque ligado a ello, también está mi vida recordándome que pese a todo y pese a mí, viví. Y me alegro.