viernes, 27 de marzo de 2015

Primavera Celaya, primavera



Me he encontrado con una hora libre, una hora que a la vez me sabe a poco y me sabe a gloria; así que escribo contenta y brillante con una alegría que me corre por las venas y que se me desparrama por los cuatro costados.

"Repitámoslo. Recémoslo: Nadie es nadie"


 Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.


Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,

para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.


Me encuentro a la vez con estos versos y con  la primavera agazapada detrás de la pantalla. Celaya ha estornudado sobre mí, sobre mi teclado, lo ha dejado todo oliendo a vida plena y consigue que me olvide del  gris denso que tengo en mi espalda. Oreo el aire como un animal, siento este frío que ya no lo es tanto, y  Montse, los dosieres y el eterno retorno se disuelven, porque Celaya está aquí gritándome, diciéndome lo que ya sabía: ¡mantén tu alma disponible, vete con las nubes! Los grandes ventanales de la Sala no pueden contener este ímpetu vital.

¡Cómo es posible que nadie más la sienta!.




Mayo entra y sale desde un aula de diversidad.
Cuando salgo a la calle silbando alegremente
--el pitillo en los labios, el alma disponible--
y les hablo a los niños o me voy con las nubes,
mayo apunta y la brisa lo va todo ensanchando,
las muchachas estrenan sus escotes, sus brazos
desnudos y morenos, sus ojos asombrados,
y ríen ni ellas saben por qué sobreabundando,
salpican de alegría que así tiembla reciente,
¿no es la felicidad lo que siente?

 

Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo;
pasar por un camino que huele a madreselvas;
beber con un amigo; charlar o bien callarse;
sentir que el sentimiento de los otros es nuestro;
mirarse en unos ojos que nos miran sin mancha,
¿no es esto ser feliz pese a la muerte?
Vencido y traicionado, ver casi con cinismo
que no pueden quitarme nada más y que aún vivo,
¿no es la felicidad que no se vende?

Fragmentos de La poesía es un arma cargada de futuro (Cantos Íberos) y Momentos felices (De claro en claro)

"La poesía no es un fin en sí. La poesía es un instrumento, entre otros, para transformar el mundo. No busca una posteridad de admiradores. Busca un porvenir en el que, consumada, dejará de ser lo que hoy es." 
(Historia de mis libros-Itinerario poético, 1975)