viernes, 31 de agosto de 2012

Aguijón: me salgo por el margen

-Pobre blog, qué abandonado te tengo, con la alegría tan salvaje que me has dado desde el principio.




"Las manos", de MC Escher.
Este verano recibí un picotazo, un aguijonazo en plena playa. Viniendo de quién venía, era del todo imposible que hiciese daño; pero lo cierto es que su efecto se ha irradiado, se ha expandido por todo el cuerpo y esta entrada es prueba del efecto causado. En realidad, no debería de haber pasado de una buena y sorprendente conversación arena-toalla-arena. De aquí también proceden los cambios que efectúo en este blog. Son pequeñas transformaciones a las que he sido siempre reacia porque me parece que desvirtúan la idea original de este espacio; pero, sí, supongo que he de quitarme el escudo de bloguera antibloguera, si quiero seguir adelante. Porque de eso se trata, ¿no? Complejo de cangrejo, que me caen la mar de simpáticos, creo que no tengo. Ahora falta marcar el objetivo sin trazarlo. No sé cómo me las ingenio con dar en el blanco sin proponérmelo porque si lo busco, no hay manera…

Reconozco que mis argumentos cargados de razón no son suficientes; pero, para ello, ha tenido que pasar este cansancio largo y extenuante. Ha sido tan denso que pulsar una tecla me ha llevado dos meses. Además, soy amante de la dolce far niente, tremendamente autónoma y no quiero cargarme de (más) responsabilidades cada vez que meto la nariz en este espacio.

Si vuelvo a la arena y a Capote, y a tener que escribir como ejercicio sí que lo dejo del todo. Estructurarme siguiendo un calendario resulta una buena idea pero, aguijón, fíjate cuánto debe costarme que veo en un sencillo reloj de pulsera un juego de esposas. Tengo tanta cuadrícula en estos años que a la hora de escribir no soporto el papel rayado. Me salgo por el margen.

Subrayo que el vendaval no puede conmigo. Ya sabes que siempre ha sido mi gran terror aunque, paradójicamente, nada sería sin él. Supongo que si el relámpago te pilla por sorpresa o no querías dejarte atrapar llega a pulverizarte. Pero en mi caso, he ido corriendo como una loca a por él, plenamente consciente. Me he sentido como esos fotógrafos locos que recorren kilómetros y salvan obstáculos para ir a por la espiral mientras ésta lo desmigaja todo a su alrededor. El secreto es que dentro de mí tengo un búnker. Así que supongo que la solución radica en organizarme desorganizándome.

¿He de engañarme a mí misma? Pues sí, sí, algo así…

Qué texto más freak, Inma. Tienes que poner coto a este maldito vicio que tienes.